Nuevas profesiones y nuevas competencias en la abogacía
El pasado lunes 9 de septiembre, tanto José María Fernández Comas como yo pudimos disfrutar de una enriquecedora visita a la sede madrileña de Clifford Chance para conocer e intercambiar impresiones con Raquel García González, su Best Delivery Coordinator.
Raquel es una abogada perteneciente a la generación Z con una formación y preparación sorprendentes: ¡no ha perdido el tiempo! Estudió Derecho en la Universidad de Navarra junto al Programa de Derecho Angloamericano; después de ello, cursó simultáneamente el Máster de Acceso a la Abogacía en la Universidad Pontifica de Comillas y el Máster in Global Business Law en ESADE Business & LawSchool. Al finalizarlos no dejó de formarse, y al tiempo que trabajaba como becaria en la Corte de Arbitraje de la Cámara de Comercio e Industria, estudió un Curso de especialización en Economía de las Organizaciones y un Curso Superior en Comunicación Estratégica, Presentaciones y Oratoria.
Actualmente, Raquel, como decía anteriormente, ostenta el cargo de Best Delivery Coordinator en Clifford Chance España, prestigiosa firma internacional que apuesta por el talento, la innovación y la tecnología. Ella se encarga de supervisar las necesidades locales en cuanto a recursos, procesos y tecnología, un puesto de gran responsabilidad al que tuvo acceso cuando esta firma apostó por no renunciar a su potencial, ofreciéndole quedarse en un innovador cargo que, al tiempo de la oferta, era un gran desconocido en el mercado español. Clifford Chance valoró no sólo su formación, sino las habilidades que Raquel ponía a disposición de la firma, hasta tal punto que ha depositado su confianza para que sea ella quien avance por una senda poco conocida innovando, imaginando, experimentando, equivocándose y aprendiendo para después acertar.
Cuando conocimos personalmente a Raquel, innegablemente, nos sorprendió su brillante currículum: una joven que en menos de 9 años adquiere una formación académica y profesional completísima a base de esfuerzo y dedicación. No obstante, resultó mucho más fascinante encontrarnos con una persona con tantísimas habilidades y tantas ganas. Durante toda la conversación que mantuvimos pudimos concluir, sin que fuese necesario hablar de ello explícitamente, que las capacidades que se exigen a los profesionales en general, y a los juristas en particular, van más allá de presentar uno o varios títulos, carreras o postgrados, sin perjuicio de que éstos sean imprescindibles porque reporten una formación académica básica para afrontar las cuestiones propias de la profesión. Nos referimos a que el hecho de que una persona haya conseguido graduarse o licenciarse, no la convierte necesariamente en una buena profesional. Es preciso ir más allá de los conocimientos teóricos y continuar entrenando o desarrollando determinadas aptitudes que, sin duda, se convierten en instrumentos personales necesarios para generar valor en una empresa y llegar a ser un trabajador o una trabajadora competente.
Nuestro sector ha experimentado una profunda evolución, hasta el punto de que ya no es suficiente tener conocimientos legales y recurrir a toscos manuales o jurisprudencia para solucionar cuestiones jurídicas. Hoy en día, el mercado demanda juristas multidisciplinares, capaces de sacar adelante mucho más que un problema legal y poner en el centro de la ecuación a los clientes.
Hablemos entonces de habilidades. Actualmente, las empresas buscan juristas con capacidad para resolver los problemas que se planteen, perfiles resolutivos y versátiles que, además, tengan capacidad de liderazgo, de trabajar en equipo y de asumir responsabilidades. Son valores fundamentales también la retórica, la oratoria y la comunicación asertiva o la inteligencia emocional. No obstante, resulta imprescindible en la era de las tecnologías y la digitalización, así como en un entorno global donde el mercado internacional está conectado y no existen fronteras, tanto el manejo de idiomas como el estar dotado de un perfil tecnológico transversal. Es una realidad ineludible que quienes se queden atrás con ello verán sus posibilidades de trabajo muy reducidas al verse limitados a un mercado muy acotado y cada vez menos operativo.
Por otro lado, a la hora de hablar sobre especialización sí o especialización no, nos encontramos con voces opuestas y planteamientos contrarios; no obstante, entendemos la especialización como un valor añadido que constituye un elemento diferenciador de cada jurista en un mercado laboral muy competitivo, siempre sin perjuicio de la necesidad de estar dotado de unos conocimientos generales que no restrinjan al mínimo la capacidad de atender otras cuestiones jurídicas que se planteen. Y esto no es una mera opinión, sino que se trata de una realidad palpable, tal y como pone de manifiesto el hecho de que se estén desarrollando multitud de Grados, Dobles Grados o Másteres, algunos de nueva creación con el objetivo de formar a los estudiantes con aquellas capacidades o competencias que exige el nuevo mercado laboral. Especial mención a la disciplina tecnológica, que ahora se erige como elemento transversal en cualquier titulación. Surgen así Grados como Ciberseguridad y Derecho, Protección de Datos, Innovación y Tecnologías, Derecho Digital, Tecnologías Emergentes, entre otras. Para muestra, un botón: puedes visitar el Módulo de Formación de nuestra Guía Legaltech pinchando en este enlace. Es un Módulo que tenemos que actualizar continuamente debido a los cada vez más habituales lanzamientos de procesos formativos vinculados a la legaltech, la innovación legal, tecnologías disruptivas y materias afines.
Pero, sin duda alguna, cuando hablamos de habilidades, no podemos dejar atrás la actitud: es la que nos impulsa a desarrollar otras tantas. Podemos afirmar que se trata del motor que potencia nuestro desarrollo tanto personal como profesional y que servirá de trampolín para que nuestras únicas limitaciones sean las que nosotros queramos. Gracias a Raquel pudimos comprobar que no se trata de meras especulaciones, sino que es una realidad que quienes ofrecen una serie de habilidades y destrezas más allá de los conocimientos que ofrece un título, son valorados por sus compañías y tienen la oportunidad de ir progresando hasta el punto de llegar a convertirse en el profesional que algún día soñaron. En el caso de la brillante Best Delivery Coordinator (este cargo habla mucho de lo que ya existe y lo que se está avecinando en la abogacía) de Clifford Chance, ha logrado convertirse en un referente para las próximas promociones, y también para sus compañeros y compañeras y jefes y jefas.
Es así como concluimos que nuestro futuro profesional no es una cuestión de suerte, ni depende del azar o el destino, sino que se trata de una robusta construcción cimentada con esfuerzo, motivación y habilidades. La fortuna no llama a tu puerta, tienes que salir a buscarla.