Análisis

«Los robots sustituirán a los abogados que trabajen como robots»

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Las Mesas Redondas que ESADE Law School organiza junto a la Fundación Wolters Kluwer no suelen decepcionar. La de ayer miércoles tenía un título tan prometedor como, en ocasiones, difícil de bajar a la realidad: ‘El impacto de la inteligencia artificial en el sector legal’. Pero tenemos que decirte que la cosa empezó muy bien cuando Rosalina Díaz, presidenta de la Fundación WK, nos recordó la Ley de Amara, con la que comulgamos totalmente ya que tiene plena aplicación en el mundo jurídico: «Tendemos a sobrestimar el impacto de la tecnología en el corto plazo, y a subestimarlo en el largo plazo”. Compartimos contigo las ideas que nos parecieron más estimulantes de unos magníficos expertos moderados por una no menos excelente Eugenia Navarro.

El tecnólogo que susurraba a los abogados

Te confesamos que somos muy fans de Santiago Gómez, director de IT e Innovación en Uría Menéndez y uno de los ponentes de este evento. La frase “Los robots sólo sustituirán a los abogados que trabajen como robots”, que da título a este post, la pronunció él, y es una sentencia, una suerte de haiku, un epitafio en el peor de los casos, de lo que le espera a la abogacía que quiera seguir realizando tareas repetitivas y automatizables. Santiago es uno de los profesionales que más claridad aporta a estos temas y que mejor transmite a la abogacía los beneficios, oportunidades y también los costes (económicos y humanos) que supone la implantación de tecnologías basadas en inteligencia artificial en firmas y asesorías jurídicas.

Nos gustó la defensa que hizo del small data frente al protagonismo abusivo del big data, que parece expulsar a medianos y pequeños despachos de los beneficios que supone gestionar con eficacia los datos. Las horas, los empleados, la facturación, todos los datos que surgen de cualquier fuente de información de nuestro negocio deben ser guardados, tratados, aunque no sean enormes cuantitativamente. Pero sí lo son cualitativamente, en tanto en cuanto tus datos son tu tesoro.

A continuación lanzó un mensaje que compartimos absolutamente, como así lo manifestamos recientemente en este vídeo: las editoriales jurídicas van a ser players fundamentales en esta revolución digital que estamos viviendo. De hecho, ese tratamiento, ‘editorial jurídica’, ya nos suena un poco obsoleto, arcaico, si la asociamos a compañías como Wolters Kluwer, Lefebvre, TR Aranzadi, vLex, Tirant y otras. Se han convertido en proveedores de conocimiento y tecnología legales.

La revolución afecta al capital humano

Muy interesantes los datos que nos aportó otro de los ponentes, Carlos Sáiz, socio de Ecix Group. De las 110 personas que configuran su equipo humano, alrededor de 20 tienen un perfil profesional de ingenieros, informáticos, matemáticos… Es una apuesta potente de inversión apuntando al lado científico de esta profesión, dominada por la palabra.

El tercero de los expertos, José Medina, CTO de Wolters Kluwer, también tiró de ese hilo asegurando que, cuando él llegó en 2006 a la compañía, existía un amplio equipo de profesionales abordando una serie de tareas repetitivas de documentación que a día de hoy asume la tecnología, por lo que son necesarias muchas menos personas para supervisar el trabajo que hacen las máquinas. El resto de profesionales que dejaron de realizar trabajos automatizables asumen ahora responsabilidades de más valor vinculadas a taxonomía documental, como pudimos comprobar en nuestra visita a WK para conocer su herramienta de analítica jurisprudencial estadística y predictiva Jurimetría (si pinchas en este enlace accederás al análisis que hacemos de ella en nuestra Guía Legaltech). Medina enfatizó en que el big data legal (almacenamiento de millones de datos estructurados y no estructurados) es un campo abonado para la inteligencia artificial, especialmente machine learning y procesamiento de lenguaje natural.

Y para rematar esta cuestión tan candente, Santiago Gómez anunció que, con las herramientas de análisis de contratos que están empleando, pueden ahorrar un 40 o 50% de tiempo en due dilligence sencillas, y un 20% en revisiones más sofisticadas. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, si son 500 contratos los que tenemos que revisar, la máquina puede detectar que 100 son idénticos: nos ahorramos el análisis de 99. Y debemos admitir que tras 5 horas con este tipo de tareas repetitivas y hasta cierto punto tediosas (aunque necesarias) la máquina es mucho más precisa que el humano. Una de las consecuencias directas de este proceso, afirmó, es la reducción de coste para el cliente y de sufrimiento para el abogado, que puede evitar estas tareas farragosas para dedicarse a tareas que aporten más valor.

¡Quién dijo que iba a ser fácil!

Pero el director IT de Uría, a continuación, borró de un plumazo el símbolo del euro que algún director financiero presente, tras escuchar tantas veces la palabra ahorro, ya dibujaba en su retina, al aseverar que todo esto no es tan sencillo. La máquina debe ser entrenada, tanto por tecnólogos como, especialmente, por los abogados, trabajando todos coordinadamente. Y ese entrenamiento es muy duro. Hay que invertir muchas horas para que la tecnología aprenda todo tipo de cláusulas que luego debe identificar.

Y hacemos hincapié en este apartado sobre algo muy interesante que dijo en el turno final de preguntas. En ese proceso de entrenamiento, cuando contratas software de analítica y revisión documental que ya existe en el mercado (ya sabes: Luminance, Kira Systems, etc.) es esa herramienta la que se beneficia del conocimiento de los profesionales jurídicos de la firma, pero no de los datos.

Ponte en forma para surfear

Santiago Gómez nos regaló una metáfora que ilustra significativamente sobre lo que tiene que hacer un jurista para afrontar esa revolución y, en muchos sentidos, reconversión. Estamos ante la gran ola que todo surfero espera: o te preparas para poder surfear en su cresta para beneficiarte de toda su fuerza, o esa ola acabará llevándote por delante (¡te sacará del mercado!). Es una versión más cool que la del tsunami que muchos hemos utilizado en modo pelín melodramático, pero nos mola y, de hecho, a lo largo de todo 2018 la hemos transmitido a la abogacía joven y estudiantes a través nuestro programa Abogazía.

Pero esto nos lleva a hablarte de todo lo bueno que se dijo sobre habilidades y formación. Carlos Sáiz afirmó que «todo abogado debe ser digital» (lo que no significa necesariamente que tenga que saber programar), sin perder de vista ese cuerpo de ventaja que le sacamos a las máquinas: la creatividad. Y por supuesto, la orientación al negocio es fundamental: ¡hay que aportar valor!

Santiago Gómez nos contó que el nivel de inglés y de tecnología de los profesionales que llegan por primera vez a la firma es fundamental. Pero en la línea que apuntaba Carlos Sáiz, más que saber programar, considera básico entender la tecnología, comprender qué es un programa.

El cliente es el rey

Todos los ponentes coincidieron en que la tecnología debe servir también para ponerle las cosas fáciles al cliente. Por ejemplo, en temas de ciberseguridad, coordinando su infraestructura tecnológica con la del cliente. Pero también proporcionándole acceso a la información que creamos procedente sobre su asunto. Los clientes y sus hábitos están (estamos) cambiando vertiginosamente. Cada vez quieren más servicio vinculado a innovación tecnológica. Desde luego, quiere todo más barato, pero también más cómodo.