“Estamos viviendo una revolución: la tecnología es un criterio clave en la elección de prestación de servicios jurídicos”

Hace unos días, Adlanter abordó el reto de la transformación tecnológica de las asesorías jurídicas en una jornada que se celebró junto a Wolters Kluwer Legal Software y LOIS (Legal Operations Institute Studies), donde intervinieron Eugenia Navarro, consultora independiente del área de estrategia de LOIS; Elena Lanzaco, directora de Relaciones Institucionales y Partnerships en Adlanter; y David Jiménez Mateo, ejecutivo de cuentas estratégico en Wolters Kluwer Legal Software.
“Estamos viviendo uno de los momentos más interesantes y retadores en el sector legal. La profesión ha cambiado más en la última década que en los últimos doscientos años”, declaraba Eugenia al inicio de su ponencia. Los puntos clave de su exposición fueron los siguientes: la tecnología como nuevo criterio fundamental, la implantación de modelos tecnológicos, la mejora de la eficiencia en los procesos, la medición con KPI’s, el desarrollo y el perfeccionamiento de los reportings…
En una clara metáfora con el mundo animal, expuso la necesidad de adaptación: “Las especies que sobreviven no son las más fuertes, sino las que consiguen adaptarse al cambio”. Así, el profesional jurídico ya no tiene como opción el uso de tecnología, la innovación es necesaria. “Estamos viviendo una revolución” afirmaba Eugenia Navarro. Y es que el abogado debe ser estratégico y flexible, pues no es suficiente ser únicamente valioso en el aspecto técnico.
El sector legal se ha vuelto mucho más variado y rico, hecho que se puede constatar en la consolidación y el constante desarrollo de legaltech, las nuevas editoriales, la presencia cada vez mayor de startups… Por esto, en consecuencia, también se ha convertido en un mercado enormemente competitivo, donde la eficiencia es el diferenciador básico pues será lo que determine la capacidad de adaptación a las exigencias del entorno y a las necesidades del cliente.
Además, en torno a un 40% del trabajo de un profesional legal puede ser automatizado; es decir, se trata de tareas estandarizables que pueden externalizarse mediante equipos jurídicos especializados en la gestión de este tipo de trabajo, que cuentan con las herramientas necesarias y la experiencia suficiente para conseguir unos resultados eficientes, de forma ágil y trazable.
“La tecnología ya no es un extra”, explicaba Eugenia, “y para ser un buen profesional es necesario incorporar conocimientos tecnológicos a fin de ofrecer un servicio competitivo en este ecosistema”. Y es que las herramientas tecnológicas que han ido apareciendo en los últimos años en el sector legal han venido para quedarse, causando que el abogado que no implemente estos recursos sea relegado a un segundo plano donde destacará aquel que sí los trabaje.
La precisión y la rapidez con las que los prestadores de servicios jurídicos desempeñen su trabajo se verá favorecida por la sofisticación en la contratación y por el impacto de la tecnología, teniendo en cuenta la flexibilidad imprescindible hacia la tipología del trabajo. Han surgido nuevas profesiones en este sector y las operaciones legales, una visión integral para establecer la eficiencia, son pura actualidad. Y es que “estamos en la era de la eficiencia”, porque lo importante ahora es el cómo se trabaja y lo que se busca es que esta se ajuste al valor de lo que se precisa. Nos encontramos ante un empoderamiento del comprador que ahora puede comparar y elegir con mayor facilidad y criterio aquello que mejor le convenga.
Se trata de un cambio de paradigma: un cambio del perfil del abogado, del que se espera que pueda gestionar riesgos y probabilidades futuras; si bien la tecnología es imprescindible para realizar estas funciones, cabe recalcar que “no hay ningún modelo de transformación que funcione sin tener en cuenta a las personas”. Así, hablamos de la conjunción de profesionales y tecnología.
Durante la jornada también se habló de las ALSP, Alternative Legal Service Provider o Proveedor Alternativo de Servicios Legales, que se encargarán de esos volúmenes de trabajo que se externalizarán y que son tareas que precisan de modelos tecnológicos más capaces y específicos. Una ALSP es experta en gestionar ese trabajo estandarizable que permite una producción de eficiencia operativa mucho mayor, propiciado por la flexibilidad de la fuerza de trabajo y la segmentación de las tareas en tipos. La tecnología forma así parte de la profesión jurídica por lo que el cambio de lenguaje y la precisión de este es algo necesario.
Por todo esto, “ya no es lo mismo ejercer derecho que prestar servicios jurídicos”, pues la realidad actual es la necesidad de considerar la tecnología como un criterio clave y diferenciador en la elección de prestación de servicios jurídicos. “Lo no legal está cobrando una importancia básica en el sector”; si bien, la eficiencia es el resultado esperable en este mercado cada vez más variado y cambiante, la tecnología es el método para conseguirla.